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Incluso el mar tiene contaminación lumínica. Estos nuevos mapas muestran su extensión

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Las luces del desarrollo costero y en alta mar pueden afectar a los organismos marinos muy por debajo de la superficie

El primer atlas mundial de la contaminación lumínica de los océanos muestra que grandes franjas del mar están destellando  por el resplandor de las luces artificiales de los humanos durante la noche.

Desde las costas urbanizadas a lo largo del Golfo Pérsico hasta los complejos petroleros en alta mar en el Mar del Norte, el resplandor de los humanos es lo suficientemente poderoso como para penetrar profundamente en muchas aguas costeras, lo que podría cambiar el comportamiento de las criaturas que viven allí, informan los investigadores el 13 de diciembre en Elementa: Science of the Antropoceno. Las diferencias regionales y estacionales, como las floraciones de fitoplancton o los sedimentos de los ríos, también afectan la profundidad a la que penetra la luz.

Se sabe que las luces artificiales afectan a los habitantes de la tierra, por ejemplo, aumentando o reduciendo ciertas poblaciones de insectos, o dificultando que los gorriones combatan el virus del Nilo Occidental Pero las luces brillantes de las ciudades costeras, las plataformas petroleras y otras estructuras en alta mar también pueden crear un poderoso resplandor en el cielo sobre el mar.

Para evaluar dónde es más fuerte este brillo, el biogeoquímico marino Tim Smyth del Laboratorio Marino de Plymouth en Inglaterra y sus colegas combinaron un atlas mundial de brillo artificial del cielo nocturno creado en 2016 con datos del océano y la atmósfera. Esos datos incluyen mediciones de luz artificial a bordo, datos satelitales recopilados mensualmente de 1998 a 2017 para estimar la prevalencia de sedimentos y fitoplancton que dispersan la luz, y simulaciones por computadora de cómo las diferentes longitudes de onda de la luz se mueven a través del agua.

No todas las especies son igualmente sensibles a la luz, por lo que para evaluar el impacto, el equipo se centró en los copépodos, criaturas ubicuas parecidas a los camarones que son una parte clave de muchas redes alimentarias oceánicas. Al igual que otros diminutos zooplancton, los copépodos usan el sol o la luna de invierno como señal para sumergirse en masa en las profundidades oscuras, en busca de seguridad de los depredadores de la superficie.

La luz nocturna de los humanos tiene el mayor impacto en el metro superior del agua, descubrió el equipo. Aquí, la luz artificial es lo suficientemente intensa como para provocar una respuesta biológica en casi 2 millones de kilómetros cuadrados de océano, un área aproximadamente igual a la de México. Veinte metros más abajo, el área total afectada se reduce a más de la mitad a 840.000 kilómetros cuadrados.


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